Continué, cruce el puente. Entre en el
bistrik.
Comencé a preguntar por el hostel, por
la calle, por algo. Nadie tenía idea. También sentía con cada paso
que el lugar tenía algo mío, algo que me pertenecía. Algo que esta
pegado entre los tejidos y los pensamientos y que aveces no se sabe
que es.
Comencé a subir la montaña.
Interminable, llena de arrabales que parecían caerse en cualquier
momento. Perros que se cruzaban. Gente apurada bajando la colina
hacia la ciudad.
Continué preguntando. Di con una señora, con señas y gestos me señalo la calle correcta,
continué solo y a poco encontré el hostel. Me sentí bien.
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