Algunos
de nuestro grupo prefirió volver a Montevideo, en Bolivia se come mucho picante
y los baños públicos no son fáciles pero luego de unos días todo transcurre con
normalidad.
Salimos
de Villazón camino a Tupiza a las 6 de la tarde y somos menos de 10 viajeros.
El
micro esta lleno y algunos pasajeros comparten piso y asientos con cholitas
cargadas con niños y bolsos.
Faltan
10 km para llegar y nuestro bus se detiene detrás de una larga fila de
vehículos estacionados en la ruta en medio de la noche. Todos esperamos en la
oscuridad sin saber que sucede mientras por la ventanilla vemos un río marrón
que corre muy fuerte al costado de la ruta.
Algunos
comienzan a desesperar y deciden tomar sus cosas y continuar a pie hasta el
pueblo.
Nosotros
esperamos y luego bajamos Lujan, Gonza y yo a probar suerte caminando. El resto
del grupo prefiere esperar.
Ahora
somos solo 3 viajeros.
Nadie
sabia que el río había crecido tanto como para cortar la ruta y no permitir
continuar.
caminamos
en medio de la oscuridad entre otras personas y vehículos parados pero un poco
más adelante un camión grúa nos toca bocina y el conductor nos pregunta si
queremos subir.
El
viaje se transforma en una grúa atravesando la ruta inundada de barro y río
desbordado bajo el ruido del motor en medio de la oscuridad y nuestros gritos
de alegría y libertad con el viento en la cara.
Llegamos
eufóricos. No encontramos lugar donde quedarnos pero sin embargo comemos una
pizza gigante en algún lugar para turistas, luego, con la panza llena buscamos
refugio bajo el techo de la terminal de buses de Tupiza, abrimos nuestros
sobres de dormir y a la mañana siguiente reservamos los pasajes para el próximo
destino. Uyuni.
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