Salimos
de Tupiza en un bus pequeño de color verde y rápidamente nos metemos en un
ascenso al verdadero altiplano, subiendo por caminos muy angostos de tierra
colorada y piedras que por las lluvias de los días anteriores generan
desprendimientos llamados guaico que tapan los caminos y aíslan a los pueblos pequeños.
Los
precipicios son de unos 1000 metros o más con grandes cañones y piedras
erosionadas por el viento en colores rojos, naranjas y verdes ferrosos. Todo al
ritmo de “oye chica facilona” y otros éxitos de la cumbia boliviana.
Luego
de 7 horas al borde de precipicios y paisajes maravillosos llegamos a Uyuni
faltando poco para oscurecer, el frío es muy intenso y el calor al medio día
muy fuerte pero seco, básicamente la piel no transpira debido a la falta de
humedad del ambiente y también supongo porque estamos entrando en el desierto
de sal más grande del planeta.
Conseguimos
una habitación para 3 frente a la avenida principal.
Las
duchas tienen 2 horas de agua caliente por día por lo que me bañe con agua
fría, en un clima que apenas llega la tardecita se torna invernal.
El
pueblo esta ubicado en medio del desierto y no hay nada, tan solo camionetas
4x4 que te llevan al salar, un mercado popular y unos puestos de comida.
Contratamos
un servicio de 3 días por el salar y a la mañana siguiente partimos a las 5 am
hacia el desierto, ahora se suman Emo y Mauri y nuestro número aumentó a 5
viajeros
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